Mises Daily

El sueño fallido de un monarca laissez-faire

[Extraído de An Austrian Perspective on the History of Economic Thought, vol. 1, Economic Thought Before Adam Smith (1995).]

Un problema que cualquier pensador liberal laissez-faire debe enfrentar es: Concedido que la interferencia del gobierno debe ser mínima, ¿qué forma debe tomar ese gobierno? ¿Quién debe gobernar?

Para los liberales franceses de finales del siglo XVII o XVIII parecía haber una sola respuesta: el gobierno es y siempre será gobernado por un monarca absoluto. Los rebeldes opositores habían sido aplastados a principios y mediados del siglo XVII, y desde entonces sólo se podía pensar en una respuesta: el rey debe convertirse a las verdades y la sabiduría del laissez-faire. Cualquier idea de inspirar o lanzar un movimiento masivo de oposición contra el rey estaba simplemente fuera de discusión; no formaba parte de ningún diálogo pensable.

Los fisiócratas, como los liberales clásicos a principios del siglo XVIII, no eran simplemente teóricos. La nación se había desviado, y poseían una alternativa política que intentaban promover. Pero si la monarquía absoluta era la única forma concebible de gobierno para Francia, la única estrategia para los liberales era simple, al menos sobre el papel: convertir al rey. Y así la estrategia de los liberales clásicos, desde los esfuerzos del abate Claude Fleury y su hábil estudiante, el arzobispo Fénelon, a finales del siglo XVII, hasta los fisiócratas y Turgot a finales del XVIII, era convertir al gobernante.

Los liberales estaban bien situados para seguir la estrategia de lo que podría llamarse su proyectada «revolución desde la cima». Porque todos ellos estaban muy bien situados en la corte. El Arzobispo Fénelon puso sus esperanzas en el delfín, criando al duque de Borgoña como un ardiente liberal clásico. Pero hemos visto que estos planes cuidadosamente trazados se convirtieron en cenizas cuando el duque murió de enfermedad en 1711, sólo cuatro años antes de la muerte del propio Luis.

Medio siglo más tarde, el Dr. Quesnay, trabajando a través de Madame de Pompadour, usó su posición en la corte para tratar de convertir al gobernante. El éxito en Francia fue sólo parcial. Cuando Turgot, que estaba de acuerdo con los fisiócratas en el laissez-faire, se convirtió en ministro de finanzas y comenzó a poner en práctica amplias reformas liberales, rápidamente se encontró con un muro de oposición arraigada que lo destituyó de su cargo sólo dos años más tarde. Sus reformas fueron revocadas con rabia. Los principales fisiócratas fueron exiliados por el Rey Luis XVI, su diario fue rápidamente suprimido, y Mirabeau recibió la orden de cancelar sus famosos seminarios de los martes por la noche.

La estrategia de los fisiócratas demostró ser un fracaso, y hubo más en el fracaso que los caprichos de un monarca en particular. Porque aunque el monarca pudiera estar convencido de que la libertad conduce a la felicidad y la prosperidad de sus súbditos, sus propios intereses son a menudo maximizar las exacciones del estado y por lo tanto su propio poder y riqueza.

Además, el monarca no gobierna solo, sino como cabeza de una coalición gobernante de burócratas, nobles, monopolistas privilegiados y señores feudales. En resumen, gobierna como jefe de una élite de poder o «clase dominante». Es teóricamente concebible pero poco probable que un rey y el resto de la clase dominante se apresuren a adoptar una filosofía y una economía política que acaben con su poder y los pongan, en efecto, fuera de juego. Ciertamente no ocurrió en Francia y así, después del fracaso de los fisiócratas y Turgot, vino la Revolución Francesa.

En cualquier caso, los fisiócratas lograron convertir a algunos gobernantes, aunque no al monarca de Francia. Su principal discípulo entre los gobernantes del mundo, y uno de los más entusiastas y amables, fue Carl Friedrich (1728-1811), margrave del ducado de Baden en Alemania. Convertido por los trabajos de Mirabeau, el margrave escribió un précis de la fisiocracia y procedió a tratar de instituir el sistema en su reino. El margrave propuso el libre comercio del maíz a la Dieta Alemana, y en 1770 introdujo el impôt unique en el 20 por ciento del «producto neto» agrícola en tres pueblos de Baden.

El responsable del experimento fue el ayudante principal del margrave, el entusiasta fisiócrata alemán Johann August Schlettwein (1731-1802), profesor de economía en la Universidad de Giessen. El experimento, sin embargo, fue abandonado en pocos años en dos pueblos, aunque el impuesto único continuó en el pueblo de Dietlingen hasta 1792. Durante algunos años, el margrave también importó a Du Pont de Nemours para que fuera su consejero y tutor de su hijo.

En una notable reunión, el ferviente margrave de Baden preguntó a su maestro Mirabeau si el ideal fisiocrático hacía innecesarios los gobernantes soberanos. Tal vez todos ellos podrían ser reformados para que dejaran de existir. El margrave había adivinado el núcleo anarquista, o al menos republicano, que subyace a la doctrina del laissez-faire libertario y de los derechos naturales. Pero Mirabeau, dedicado como todos los fisiócratas a la monarquía absoluta, se echó atrás, recordando severamente a su alumno más joven que, aunque el papel del soberano sería idealmente limitado, seguiría siendo el dueño del dominio público y el preservador del orden social.

Varios otros gobernantes de Europa al menos se interesaron por la fisiocracia. Uno de los más ansiosos fue Leopoldo II, gran duque de Toscana, más tarde emperador de Austria, que ordenó a sus ministros que consultaran con Mirabeau, y que llevó a cabo algunas de las reformas fisiocráticas. Un compañero de viaje fue el emperador José II de Austria. Otro entusiasta fisiocrático fue Gustavo III, rey de Suecia, que otorgó a Mirabeau la gran cruz de la recién fundada Orden del Wasa, en honor a la agricultura. Du Pont, a su vez, fue nombrado Caballero de la Orden. Más prácticamente, cuando la revista fisiocrática fue suprimida tras la caída de Turgot, el rey Gustavo y el margrave de Baden se unieron para encargar a Du Pont la edición de una revista que sería publicada en sus reinos.

Pero el atractivo fisiocrático de la monarquía perdió el poco efecto que tuvo después del inicio de la Revolución Francesa. De hecho, después de la revolución, la fisiocracia, con su sesgo proagrícola y su devoción a la monarquía absoluta, fue desacreditada en Francia y en el resto de Europa.

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Image Source: Image of Louis XVI via Wikimedia
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