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Martin Van Buren: El presidente más infravalorado de Estados Unidos

Mises Wire Bryan Rothman

Martin Van Buren es probablemente uno de los presidentes de Estados Unidos más difamados y paradójicamente uno de los más olvidados. Sin embargo, en su tiempo, fue una de las grandes fuerzas que ocuparon el Partido Demócrata. Aunque muchos historiadores tienden a rebajarlo a favor de presidentes más “activistas”, quiero adjudicarle su lugar correcto como una de las piezas centrales del movimiento jacksoniano de las décadas de 1830 y 1840.

Martin Van Buren fue el primer presidente nacido ciudadano estadounidense, a pesar de que su lengua materna era el holandés. De origen humilde, aprobó el examen de abogado sin educación formal y acabó dominando la maquinaria política de Nueva York y más concretamente el infame Tammany Hall. Aunque éste se convirtió en una cueva de corrupción bajo el mandato de William “Boss” Tweed, en ese momento era principalmente una organización a la que acudían los nuevos inmigrantes irlandeses.

Sin embargo, Van Buren no fue únicamente un político de carrera. Fue capaz de transformar la escena política alejándose del blando (y a menudo malhumorado) centrismo, que caracterizó a la mal llamada época de los buenos sentimientos, hacia la reaparición de la polarización ideológica. Aunque muchos considerarían esto como negativo, yo diría que permitió que el público fuera capaz de tomar decisiones más claras en relación con los candidatos y permitió a los jeffersonianos radicales tener de nuevo un hogar después de los vaivenes de Madison y Monroe.

Van Buren fue uno de los principales creadores del Partido Demócrata, una nueva coalición de antiguos republicanos, inmigrantes irlandeses y clase trabajadora. Y aunque hay mucho a criticar acerca de su primer candidato, Andrew Jackson, la presidencia de Van Buren sería completamente distinta de la del tempestuoso y nacionalista general. Aunque era bajo y encaneció y se quedó calvo rápidamente, fue uno de nuestros más ponderados y respetuosos ocupantes de la Casa Blanca. Aunque hombres como John Randolph fueron más coherentes, Van Buren, al contrario que Jefferson cuando llegó a la presidencia, mantuvo una línea antiestatista más coherente durante su tiempo del cargo. Aunque se puede estar en desacuerdo con su ideología política, proporcionó un modelo útil de cómo se pueden mantener los principios incluso después de obtener el cargo.

Revisemos por tanto algunos de sus logros en el cargo. El primero y más laudatorio fue su política exterior pacífica. Al contrario que otros que buscaron expandir la influencia y territorio de EEUU, Van Buren se opuso a más creación de imperio. También tuvo éxito en impedir dos guerras con México y el Reino Unido al mantener una postura neutral que promovía el libre comercio por encima del conflicto mercantilista. También se opuso a la anexión de Texas por miedo a que dividiera partido sobre la cuestión de la esclavitud (¡y menuda razón tenía en eso!). Fue un rasgo ya visto durante la administración Jackson, cuando negoció con éxito un acuerdo comercial con las Indias Occidentales Británicas e impidió una guerra con Francia frente al temperamento irascible de Jackson. Fue también un fuerte opositor a la nacionalización de las milicias estatales y se inclinaba por el servicio militar voluntario en lugar del obligatorio.

Van Buren decía que “Tenemos un carácter a mantener entre las naciones de la tierra. [Aunque] el ansia de poder, con el fraude y la violencia en el tren, ha llevado a otros gobiernos constituidos de manera diferente a la agresión y la conquista, nuestros movimientos a este respecto han estado siempre regulados por la razón y la justicia” (Charles Sellers, The Market Revolution. Jacksonian America, 1815-1846 [New York Oxford University Press 1991], p. 415). Sin embargo, los estadounidenses estaban fascinados por la expansión hacia el suroeste y Canadá, y sería el rechazo de Van Buren a iniciar una guerra lo que tendría políticamente un enorme coste para él durante las elecciones de 1840.

En política interior, Van Buren fue más contradictorio. Aunque la mayoría de los historiadores señalaría su incapacidad de controlar el Pánico de 1837 como algo en su contra, si observamos más cuidadosamente el evento vemos una imagen muy diferente. Van Buren, contrariamente a la concepción errónea popular, no estuvo a merced de un desplome financiero debido a una falta de “herramientas presidenciales modernas”. Sus diagnósticos sobre la situación recuerdan los de William Leggett y los de los locofocos. En pocas palabras, se debió a las políticas inflacionistas del Segundo Banco de los Estados Unidos, que causaron una sobreespeculación y convirtieron el auge en un declive. Aunque la compleja situación financiera es demasiado detallada para este artículo, recomiendo que el lector acuda al ensayo de H.A. Scott Trask sobre el Pánico de 1837 si quiere más detalles. Van Buren defendía un sistema de tesoro independiente que separaría la banca del estado y permitiría un sistema económico más estable. Si miramos las evidencias, la era de la “banca libre”, como es conocida entre los historiadores económicos, fue el más estable de todos los periodos de la historia de EEUU. El único gran pánico en 1857 se debió a la no adopción de este sistema por varios bancos estatales favorecidos.

Con esto no queremos decir que no hubiera problemas importantes durante su presidencia. Para empezar, Van Buren continuó la política de Jackson de expulsión de los nativos americanos en el sudeste desafiando directamente la sentencia de John Marshall se indicaba que poseían propiedad privada sobre el terreno que ocupaban. También se vio atrapado en la malvada y cara segunda guerra contra los seminolas que había empezado su predecesor. Continuando el Camino de las Lágrimas, consolidó su lugar en la historia como alguien que no aceptó totalmente los derechos naturales de todas las personas.

En relación con la cuestión de la esclavitud, el pequeño Van dejó un legado todavía más desafortunado. Ya desde principio, Calhoun y sus seguidores le habían atacado por abolicionista (un insulto usado contra cualquier amenaza a la institución). Van Buren, aunque personalmente contrario a la esclavitud, pero siempre deseoso de mantener alianzas políticas, lo negó y declaró explícitamente que seguiría de las “reglas mordaza” activas en el Congreso y no trataría de abolir la esclavitud en Washington.

Esto sufrió un giro dramático en el caso de 1841 de Armistead v. U.S. En el caso, el Tribunal Supremo había liberado a los africanos capturados a bordo de un barco español que habían anclado y se habían amotinado con éxito. Van Buren, antes de que se sentenciara el caso, estuvo muy dispuesto a devolver a los esclavos si eso significaba mantener la paz con España. El pragmatismo se imponía de nuevo a los derechos naturales. Sin embargo, es importante tener en cuenta que Van Buren no era James Buchanan en la forma en que trataba con la sección sureña de su partido. Estaba muy dispuesto a enfrentarse a ellos y ponerse del lado de los negros en los casos de incidentes menores. Sin embargo, cuando había problemas importantes, no iría tan lejos como John Quincy Adams a la hora de defender los derechos de los afroamericanos.

En conjunto, ¿qué podemos decir a posteriori del legado histórico de Van Buren? Hay una idea en la economía de la elección pública llamada el modelo del votante medio según la cual la mayoría de los presidentes tenderán al centro mientras estén en el cargo. Van Buren fue en contra de este modelo, defendiendo una postura de laissez faire radical. Comparado con otros presidentes igualmente olvidados como Grover Cleveland y John Tyler, sigue siendo el más coherente ante fuertes presiones políticas. Aunque los puntos negativos son indudablemente una rémora importante, (pero no única entre hombres, tanto de su tiempo como posteriores), los logros políticos positivos del pequeño mago merecen la pena ser tomados en serio y debería servir de inspiración para quienes se preocupan profundamente por los principios y por perseguir las causas en las que creen. Fue capaz de ofrecer claridad y coherencia en la facción de laissez faire del Partido Demócrata y volvió a dar fuerzas a los viejos jeffersonianos y a los nuevos locofocos para que se unieran. En conclusión, Martin Van Buren es el presidente más infravalorado de Estados Unidos y uno de sus mejores a hostigar.

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