Aunque la creación de consenso es sin duda un objetivo importante y noble, se podría pensar que no es realmente competencia del presidente de un banco central. Desde hace tiempo está claro que permitir que la política influya en la política monetaria conlleva riesgos importantes y numerosos.
El recorte actual de 50 puntos básicos es el mayor recorte de tipos desde diciembre de 2008 en medio de las secuelas de la crisis financiera. Pero el presidente Powell insiste en que la economía de EEUU está «fuerte».
Hay ecos de la crisis del petróleo de 1973 en la actual alarma del virus y el consiguiente embargo económico. Es probable que los bancos centrales responden de manera similar: con «estímulo» e inflación.
El alcalde Bloomberg es un antipopulista, y por lo tanto, a diferencia de Trump, es un autoritario muy educado y sutil con una alarmante indiferencia hacia las libertades civiles y los límites legales de su propio poder.
El gasto público en general, no sólo el déficit, es el verdadero problema. El gasto del gobierno desvía la riqueza de la gente realmente productiva hacia el gobierno y sus grupos favorecidos.
Al ser tan pasiva durante tanto tiempo, la Reserva Federal ha limitado en gran medida lo que puede hacer en caso de recesión sin recurrir a soluciones no probadas y radicales como los tipos negativos.
Para contrarrestar eficazmente esta marca de socialismo americano, es importante identificar adecuadamente el problema, y atacar con precisión.
