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Un euro fuerte es un dolor de cabeza para el BCE

Mises Wire Daniel Lacalle

En semanas recientes, el euro ha estado a su nivel máximo en relación con el dólar de EEUU que hayamos visto en los últimos tres años. Es un movimiento que sorprende cuando el Banco Central Europeo está aplicando la expansión monetaria más agresiva del mundo después del Banco de Japón.

Un euro fuerte no es un problema para ningún ciudadano europeo. La mayor parte de las familias europeas mantienen una buena parte de su riqueza financiera en depósitos. Además, un euro fuerte impide la inflación sobre los productos importados, principalmente energía y alimentos, generando un importante efecto riqueza.

Un euro fuerte tampoco ha sido un problema para las exportaciones. España, por ejemplo, ha aumentado en un 53% del peso de las exportaciones en el PIB en los últimos cinco años y las exportaciones de la Eurozona en 2017 marcaron un récord, creciendo más de la media del comercio global y con un superávit comercial récord, que es uno de los factores decisivos que explican la fortaleza del euro.

Pero un euro fuerte es una mala noticia para los planificadores centrales, los estados endeudados y los sectores obsoletos o de bajo valor añadido que necesitan la subvención oculta de la devaluación. Un euro fuerte destruye las expectativas de inflación del BCE y el aumento en los beneficios estimados de los sectores de baja productividad y pone en peligro la reducción de deuda de los estados ineficientes, que hayan sido incapaces de reducir sus déficits lo suficientemente rápido. La política monetaria del BCE, que se convierte en un ataque a los ahorradores y los sectores eficientes para subvencionar a los ineficientes y endeudados, no funciona en un mundo globalizado con economías abiertas. Y paradójicamente eso es bueno para las familias europeas ven reforzada su riqueza en los depósitos y estabilizada su renta disponible al ser baja la inflación.

Aunque el Banco Central Europeo mantiene tipos ultrabajos y compra mensualmente por valor de 30.000 millones de euros, es incapaz de devaluar tanto como le gustaría.

El planificador central europeo debe rascarse la cabeza pensando por qué. La economía de EEUU acelera su crecimiento, aumentan las expectativas de inflación, el déficit comercial está en su mínimo de esta década, la Reserva Federal está aumentando sus tipos de interés … y el dólar de EEUU no se fortalece. La principal explicación reside en el superávit comercial de China y la Eurozona. Los bancos centrales deberían saber que es difícil tener beneficios comerciales en aumento y divisas debilitándose.

Un dólar débil mientras la economía de EEUU crece así, significa una oportunidad para la Reserva Federal. Puede aumentar los tipos y reforzar las opciones frente a una futura ralentización global sin preocuparse por su moneda. ¿Aprovechará Powell esta oportunidad?

El problema para la Unión Europea es que, aunque el BCE sigue tratando de crear inflación por decreto no la consigue y también crea mayores desequilibrios. Si trata de contener el euro, pone a Europa bajo riesgos todavía peores, que pueden generar mayores problemas a medio plazo. Y si el BCE tratar de contener los riesgos crecientes, el euro se revalúa. Esto significa decir adiós a las expectativas de inflación del BCE.

Mis estimaciones sugieren que doce meses consecutivos con la relación euro/dólar por encima de 1,21 traerían unas expectativas de inflación en la eurozona del 1,3%, comparadas con el objetivo del 2%, y llevarían las estimaciones de crecimiento de las ganancias del Eurostoxx 100 desde el +8% al 0%, ya que los exportadores de bajo valor añadido tendrían ventas inferiores y los bancos verían debilitarse sus márgenes debido a la baja inflación y los bajos tipos de interés.

Otro factor es China, que trata de fortalecer su posición global vendiendo dólares. Pero China ha aumentado su deuda en 2017 más que el PIB de Reino Unido y su superávit comercial sufre con una debilitación del dólar de EEUU y un yuan artificialmente alto.

Todo esto demuestra que las guerras de divisas son inútiles en las economías abiertas. Los planificadores centrales y sus legiones de analistas keynesianos se sorprenden de que las economías no funcionen como suponen sus hojas de Excel. Las correlaciones y transacciones esperadas no funcionan. Pero no admiten sus propios errores. No lo atribuyen al hecho de que sus correlaciones estimaciones son obsoletas y erróneas, sino a que “no se ha hecho lo suficiente” y “podría haber sido peor” (leer a Paul Romer) y su fe religiosa en el intervencionismo permanece intacta.

Al BCE debería preocuparle lo que puede realmente hacer, que es monitorizar los riesgos del exceso de deuda, las burbujas y la desconexión entre los rendimientos de los bonos y la realidad. Por ejemplo, debería preocuparle que el bono griego a dos años cotice a un nivel inferior al del bono equivalente de EEUU, lo que es una monstruosidad.

No os preocupéis. Si explota, nos dirán que se debió a la falta de regulación.

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