Como este autor ha señalado anteriormente, la ideología del estatismo es responsable de gran parte de la violencia que asola el mundo. Lo vemos en los agresivos ataques de represalia de Israel en Gaza en respuesta a las matanzas del 7 de octubre perpetradas por Hamás.
Aunque Israel recibe elogios por ser una «democracia» en un Oriente Medio no democrático, sus políticas de vigilancia son un reflejo de las de China, que decididamente no lo es.
Los americanos han sido alimentados con el mito de que la política exterior de EEUU de 1919 a 1941 fue aislacionista. En realidad, las políticas de EEUU desestabilizaron unas relaciones internacionales ya de por sí volátiles.
Mientras economistas de la corte como Paul Krugman insisten en que la inflación es la forma que tiene el gobierno de garantizar el pleno empleo, en realidad, la inflación es una de las muchas formas que tienen los gobiernos de robar a las personas productivas.
Hace más de cuarenta años, Aleksandr Solzhenitsyn instó a sus compatriotas rusos a «no vivir de mentiras». En nuestra politizada época, sus palabras suenan más ciertas que nunca.
Incluso bajo la esclavitud, la desigualdad seguía siendo omnipresente. Carpinteros, caldereros de azúcar, herreros, ebanistas y destiladores de ron constituían una élite de esclavos.
Algunos residentes de San Luis, hartos de la falta de protección de la policía de la ciudad, han contratado seguridad privada para hacer frente al problema. A la izquierda igualitaria, por supuesto, eso no le gusta.
El senador Lindsey Graham pidió recientemente una intervención militar de EEUU en México para luchar contra los cárteles de la droga. Alguien tiene que recordarle que México es un país soberano.