En comparación con la mayoría de la población mundial, el nivel de vida de los americanos es alto. Y a pesar de lo que se dice sobre la desigualdad, aquí hay más movilidad económica y social que en ningún otro lugar.
El Estado se mantiene unido por la violencia y nada más. No existe el «contrato social». Pero ni siquiera la violencia puede hacer que un Estado dure más allá de su tiempo, como vimos con la URSS.
Hace más de cuarenta años, Aleksandr Solzhenitsyn instó a sus compatriotas rusos a «no vivir de mentiras». En nuestra politizada época, sus palabras suenan más ciertas que nunca.
Algunos jamaicanos se quejan de que los chinos están «colonizando» el país debido a su éxito económico allí. En realidad, su éxito se debe al emprendimiento y al trabajo duro.
China salió de la pobreza tras los años de Mao sólo porque sus dirigentes políticos adoptaron la propiedad privada y la economía de mercado. Desgraciadamente, hoy los dirigentes comunistas están volviendo al socialismo.
David Gordon continúa su análisis del libro de Graham Priest, Capitalism: Its Nature and Its Replacement. Aunque Priest no entienda ni el marxismo ni el capitalismo, su libro tiene ideas útiles.
En el Gulag, los presos políticos eran aterrorizados sistemáticamente por criminales comunes con el aliento de las autoridades. Se esperaba que esto ayudara al régimen a liquidar a los enemigos ideológicos del Estado.
En una sociedad libre, los crímenes políticos como la traición y el «libelo sedicioso» son escasos. En los regímenes despóticos, en cambio, los crímenes políticos se multiplican.