En el reciente asesinato de un anciano de Utah a manos de agentes federales, el gobierno demuestra que será más duro con quienes no supongan una amenaza real.
Censurar y acallar la expresión en Internet no es algo aleatorio. Las personas que lo hacen están muy organizadas y casi siempre vinculadas a las élites gobernantes.
La reciente orden ejecutiva de la gobernadora de Nuevo México suspendiendo los derechos de armas en parte del estado demuestra no sólo su ignorancia de la ley, sino también su mayor ignorancia del origen de los derechos.
Cuando las restricciones covid eran más estrictas, muchas personas morían solas en las UCI, ya que se mantenía alejados a amigos y familiares en nombre de la «salud pública». Una valoración más acertada de esta política es calificarla de barbarie.
El Estado se mantiene unido por la violencia y nada más. No existe el «contrato social». Pero ni siquiera la violencia puede hacer que un Estado dure más allá de su tiempo, como vimos con la URSS.
Hace más de cuarenta años, Aleksandr Solzhenitsyn instó a sus compatriotas rusos a «no vivir de mentiras». En nuestra politizada época, sus palabras suenan más ciertas que nunca.