Los economistas de la corriente dominante convertidos en guerreros del clima utilizan métodos de coste de producción para determinar el «verdadero» coste social del carbono. Recurren a una metodología desacreditada atribuida falsamente a los escolásticos medievales.
La eterna «emergencia climática» está sobre nosotros. Aunque se dice que el día del juicio final está a la vuelta de la esquina, la realidad es que lo único que aumenta es el nivel de control gubernamental.
Es la primera vez en la historia de la humanidad que la transición energética la deciden los políticos sin permitir que la tecnología, la competencia o el ingenio humano den con una alternativa mejor, más flexible y más económica.
El alarmismo climático domina el ciclo de noticias, pero quizá la gente esté más alarmada por los enormes déficits presupuestarios federales y el gasto desbocado en prestaciones sociales.
La Unión Europea debería haber abandonado las decisiones ideológicas y permitido que la tecnología, la competencia y la industria aportaran la solución óptima que ofreciera un suministro de energía competitivo y seguro.
El famoso «Yo, lápiz» de Leonard Read explicaba el funcionamiento del mercado a partir de la creación de un simple lápiz. Sin embargo, no debemos olvidar que los denostados combustibles fósiles intervienen en todo momento.
Los economistas de la corriente dominante se apresuran a afirmar que los problemas ambientales están causados por «fallos del mercado» que pueden «arreglarse» con la intervención del gobierno. Sin embargo, el problema es la propia intervención.